jueves, 29 de diciembre de 2016

¿Dios es Caballero, o Dios es Soberano? — Veamos a fondo qué dice la Biblia.





Es común entre los cristianos profesantes repetir frases de humana sabiduría que parecen tener la sabiduría de Dios, pero que, al analizarlas conforme a las Escrituras, resultan que nada tienen que ver con el Altísimo.

Una de ellas dice así: DIOS ES UN CABALLERO. Al repetirla, los que así lo hacen quieren expresar que Él no salva a quien no quiere ser salvo, y que respeta hasta las últimas consecuencias el supuesto LIBRE ALBEDRÍO que tenemos los seres humanos, de tal manera, que Dios no puede hacer en el hombre nada que el hombre no le permita hacer.

 

El problema con esta forma de pensar es que pone a Dios en una posición suplicante ante el hombre, al cual andaría rogando para que le deje salvarlo o actuar en su vida. Pero la Biblia no habla así del todopoderoso. Tampoco presenta la Escritura al hombre como alguien que sea libre para elegir con toda libertad entre el bien y el mal.

Analicemos qué dice la Escritura sobre el hombre en primer lugar y sobre Dios luego, para salir de dudas respecto a si Dios, como se dice, es un caballero, o más bien es soberano: que todo lo puede y nada se le opone a su voluntad.

Lo que dice la Biblia respecto al hombre natural.
La Escritura dice claramente que el hombre natural, es decir, el hombre sin Dios, no arrepentido, que vive en impiedad y rebelión abierta contra Dios, está MUERTO EN DELITOS Y PECADOS. Efesios 2:1. Es decir que está muerto y, como tal, no puede hacer nada para desear ni buscar la vida que está en Dios. Todo lo contrario, el hombre huye de Dios, huye de su luz admirable y se refugia en las tinieblas, en donde se siente a gusto para dar rienda suelta a su maldad sin que nadie ventile su inmundicia, Juan 3:20.

La Biblia dice que no hay hombre sobre la tierra que sea bueno, que busque a Dios, que ni siquiera le entienda por sus propios medios, es decir, sin la ayuda sobrenatural del Espíritu Santo. Lea Romanos 3:10-11.

Siendo así que todo lo que hay en el corazón humano tiende siempre al mal, Génesis 6:5, no existe tal cosa llamada libre albedrío, porque el hombre es esclavo del pecado y necesita que Cristo lo libere por medio del Espíritu Santo, quien lo convence de pecado y le da un nuevo corazón para que le pueda resplandecer la luz de Cristo.

¿Será cierto que Dios toca la puerta del corazón?
Es común también oír citar el texto de Apocalipsis 3:20 para justificar la idea de que Dios necesita la cooperación o el permiso del pecador para salvar. Aun cuando pueda parecer muy "lógica" tal afirmación, analizándola a la luz de toda la Escritura, veremos que carece de todo fundamento teológico.

Dios es soberano, y ciertamente no necesita de la aprobación del hombre para salvar.

Primero, porque, como ya establecimos, el hombre es enemigo de Dios, le aborrece y huye de él, a causa de que es esclavo de satanás y de las pasiones de su naturaleza caída.

Segundo, porque el texto de Apocalipsis 3:20 habla de que Cristo toca la puerta del corazón de una iglesia rebelde, lo cual es fácil reconocer al leer el contexto. El Señor está llamando al arrepentimiento de una iglesia que se ha apartado de sus caminos y que necesita ser restaurada.

Cristo no toca puertas, ni ruega que le acepten.
Al pecador no se le exhorta a que abra puertas en su corazón, o que acepte a Cristo, como si fuera el Señor quien estuviese desesperado por la aprobación del hombre. Al pecador se le llama al arrepentimiento, como dice la Biblia.

Juan el Bautista llamó al arrepentimiento en sus mensajes preparatorios para que el pueblo de Israel recibiera la llegada del Mesías, Mateo 3:1-2. Cristo también llamó al arrepentimiento, diciendo: "El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos 1:14-15). También Pedro, en su primer mensaje, llamó al arrepentimiento para perdón de pecados, Hechos 3:19.

El cambio del corazón es una obra soberana de Dios.
En todos los casos en que una persona se salva, Dios de manera soberana transforma el corazón del hombre, para que pueda ver su propio pecado, su bajeza, y también pueda apreciar la grandeza y magnanimidad de un Dios misericordioso que lo quiere salvar.

Es Dios quien cambia corazones de piedra en corazones de carne sensibles a su Espíritu (Ezequiel 11:19). Es Dios quien nos hace nacer de nuevo, no por deseos humanos, sino por voluntad de Dios, Juan 1:13. Es Dios quien pone en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad, es decir, el que nos mueve a buscarle y hacer su voluntad (Filipenses 2:13).


A Dios sea la gloria, porque el Señor no busca ni necesita nuestra aprobación para salvarnos, porque Él, en su gracia, por medio del nuevo nacimiento, nos abre los ojos para que salgamos de la ceguera espiritual en la que nos tenía Satanás y este mundo de pecado.


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