lunes, 22 de agosto de 2016

El legalismo: las cadenas que aún esclavizan al creyente.




Tanto el legalismo como el liberalismo evangélico, son dos extremos que hacen caer de la gracia de Dios a los que a Él se han acercado buscando salvación por medio de su Espíritu. Satanás, que es astuto, sabe que la única forma de hacer caer a aquellos que no van tras los deleites de este mundo, es entonces torciendo las Escrituras para que
se pierdan aun en medio de la iglesia.

Vamos, en este pequeño estudio, a analizar a profundidad a los que se quieren justificar por la ley, es decir por obras, los legalistas. En otro post, hablaremos de los que quieren abusar de la gracia y hacer de todo lo que se les ocurra, los liberales, también llamados antinomianistas, porque se oponen a todo tipo de ley, quieren vivir al margen de la ley de Dios, creyendo que con esto agradan a Dios.




Definición de legalismo.

El hermano Matt Slick, Presidente y Fundador del Ministerio de Apologética e Investigación Cristiana, en su página web, define el legalismo de esta manera:

En el cristianismo, el legalismo es el uso excesivo e inapropiado de la Ley: Los 10 mandamientos, las leyes de santidad, etc. Este legalismo puede tomar formas diferentes. La primera: Cuando una persona intenta guardar la Ley para obtener salvación. La segunda: Cuando una persona guarda la Ley para sostener su salvación. La tercera: Cuando un cristiano juzga a otros cristianos por no guardar ciertos códigos de conducta que él/ella piensa necesitan ser guardados.




Orígenes del Legalismo.

El legalismo en la Biblia aparece representado por los fariseos, grupo al que Jesús atacó rudamente, porque ni entraban al reino ni dejaban entrar a los que si querían hacerlo.

Mateo 23:13 Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando.

Los fariseos representan la consumación de la religiosidad judía, apartada de la verdadera piedad. Ya antes que ellos, en el antiguo testamento, Dios recriminaba a los lideres religiosos, los sacerdotes y profetas, diciendo:

Isaías 29:13 El Señor dice: «A decir verdad, este pueblo se acerca a mí con la boca, y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el temor que de mí tiene no es más que un mandamiento humano, que le ha sido enseñado.



Los legalistas buscan gloriarse en la carne de otro, Gálatas 6:13, poniendo sobre ellos cargas que jamás moverían con un dedo, Mateo 23:4. Buscan justificarse por obras para así "ayudar" en su propia salvación y tener algo de que gloriarse. Los legalistas no negarán del todo el sacrificio de Cristo si lo hicieran serían fácil de reconocer y serían rechazados por los creyentes en lugar de eso, mezclan la gracia de Dios con los sacrificios o buenas obras para buscar un mérito extra con el cual supuestamente ganar el favor de Dios y hacer alarde delante de los hombres.

Pablo enseña que los que quieren justificarse por la ley de Moisés de la gracia han caído, Gálatas 5:4, porque cualquiera que cualquiera que fallare en un solo punto en el cumplimiento de la ley, se hace transgresor de todos, Gálatas 5:4.

Los judaizantes, en los tiempos de la iglesia primitiva, eran falsos hermanos que se habían infiltrado en el rebaño para espiar la libertad que tenían los hermanos en Cristo, Gálatas 2:4. Habían venido desde Jerusalén hasta las iglesias de los gentiles en el extranjero, para obligarlos a guardar la ley de Moisés diciendo, "Si no se circuncidan conforme al rito de Moisés, no pueden ser salvos" Hechos 15:1.




El pastor Miguel Núñez nos da su punto de vista.

Formas de legalismo están presentes en nuestras congregaciones aún hoy. Toman la forma de un celo por Dios, pero las delata la falta de amor y mansedumbre de quienes las promueven. Si bien reconocemos que uno que ha nacido de nuevo es imposible que no produzca un cambio radical y visible en todas las áreas de su vida, también es justo aclarar que una apariencia de santidad externa no siempre es signo de ser un verdadero hijo de Dios.

A continuación compartimos un articulo publicado por el pastor Miguel Núñez, de la Iglesia Bautista Internacional, sobre el Legalismo:

Legalismo no es querer vivir a un nivel de santidad superior al que la mayoría desea. Si fuera así, el apóstol Pablo sería el más grande legalista de todos los tiempos, porque sus expectativas del comportamiento cristiano muchas veces parecen estar fuera de nuestro alcance. De hecho, por mucho que queramos subir el estándar de santidad al cual queramos vivir, siempre nos quedaremos cortos de Su gloria. “Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, nos dice nuestro Señor en Mateo 5:48 . Si esto no lo hubiera dicho Cristo, esta sería la perfecta ocasión para exclamar ¡legalismo!, porque, ¿quién puede ser perfecto? Pero como corresponde al estándar de Dios, entonces ciertamente no puede ser una manifestación de legalismo.


Legalismo tampoco es el que una iglesia desee vivir un nivel de entrega y consagración que eran razonables para el cristiano de ayer; pero que el cristiano de la iglesia del siglo XX y XXI, lo encuentra inaceptable, porque su cosmovisión dista mucho del estándar de la palabra.}





¿Entonces, qué es el legalismo?

El legalismo es más una actitud del corazón que reglas de comportamiento. Quizás el considerar las siguientes actitudes nos ayude a entender en qué consiste realmente el espíritu del legalista:
  1. El legalismo establece normas que no son sustentadas por principios de la Palabra, sino por una rigidez de la persona o del sistema que las establece. El espíritu legalista con frecuencia usa su propio estándar para juzgar a otros, y por eso le oímos decir con cierta regularidad “yo no haría eso”, en vez de señalar el principio bíblico que se está violando.
  2. En el corazón legalista hay una ausencia de gracia hacia sí mismo y hacia los demás, a quienes tiene dificultad en perdonar cuando las normas son violadas. La persona santificada procura y espera cierto nivel de santidad, pero cuando otros la violan está dispuesto a enseñar, dialogar, perdonar y hasta a esperar por el hermano. Este fue el ejemplo del Señor Jesucristo con los 12 apóstoles, y el ejemplo de Pablo con sus seguidores.
  3. La persona legalista frecuentemente es ciega hacia sus propias faltas y magnifica las faltas de los demás. Él no ve la viga en su ojo, pero si la paja en el ojo ajeno, como nos muestra Mateo 7:3-5 .
  4. La persona legalista tiene un espíritu crítico hacia los demás, pero no tolera el más mínimo nivel de crítica o de corrección de parte de los demás hacia su persona. Cuando es criticado pudiera permanecer en silencio, pero lamentablemente aquel que le criticó no vuelve a ser el mismo para él.
  5. El espíritu legalista está obsesionado con lo trivial… Mientras se tragan un camello con relación a cosas de envergadura en el plano espiritual, se ahogan con un granito de arroz. Cristo lo dijo de esta manera:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y habéis descuidado los preceptos de más peso de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad; y éstas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que lo de afuera también quede limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia (Mateo 23:23-27).

Notemos que Cristo no les ordena bajar el estándar (“y éstas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas”), sino que el problema estaba en que su conducta exterior distaba mucho de su condición interior. Esa es otra característica fundamental del legalismo.



En resumen el legalismo está caracterizado por:


  •  Normas sin sustento bíblico.
  •  Ausencia de gracia.
  •  Presencia de espíritu crítico.
  •  Discrepancia entre lo hablado y lo vivido.

Ciertamente es posible caer en una actitud legalista, en un libertinaje, o en una simple racionalización de nuestras conductas, al tratar de no hacer uso de la libertad cristiana, o al querer vivirla. Sin embargo, es nuestro deseo que el hijo de Dios pueda vivir la libertad que Cristo nos ha dado de manera plena, honrando al Señor quien se la dio. El cristiano maduro necesita un balance entre la verdad y la gracia que le mantenga lejos del libertinaje y lejos del legalismo.




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