lunes, 29 de mayo de 2017

Cuatro razones por las que afirmo que tatuarse es pecado.





No me había decidido a escribir sobre el tema hasta que tuve una charla por medio de Twitter con una usuaria que, según entiendo, es líder de jóvenes cristianos allá en su país. A sus miles de seguidores les enseña que tatuarse no es pecado, que pueden hacerlo siempre y cuando tengan “las motivaciones correctas”. 

Para esta tuitera tatuarse es lo mismo que cortarse el cabello y es irrelevante para el testimonio que el cristiano da al mundo. Predica que los que tienen a los tatuajes por pecado no entienden bien la Biblia y viven en la Edad de Piedra. Son como parte de un museo en el que el tiempo se quedó detenido con prácticas y cosmovisiones que ya han sido superadas. 

Siendo sincero, esta publicación no es para contestarle. Es evidente que a diferencia de otras personas con las que he charlado, ella no tiene por costumbre estudiar seria y cuidadosamente la Biblia para obtener sus conclusiones. Y esto es entendible porque el movimiento emergente tiene a la doctrina en poca estima.




En seguida anotaré cuatro razones por las que afirmo que tatuarse es pecado:

1. Tatuarse es pecado porque la Biblia lo dice.
El capítulo 19 de Levítico es un apartado donde se tratan algunas leyes relativas a la santidad y a la justicia. El versículo 2 comienza con Dios diciendo: “Ustedes deben ser santos porque yo, el Señor su Dios, soy santo”. Santo significa “apartado”, diferente, destinado a un uso diverso de consagración. Este principio de santidad es atemporal porque es un atributo comunicable de Dios. Dios es santo hoy, lo fue ayer y lo será mañana del mismo modo que el llamado a la santidad para nosotros es eterno.

Los versículos siguientes tratan temas diversos como la honra a los padres (v.3), la prohibición de la idolatría (v.4), la necesidad de hacer misericordia (v.9–10), no robar, ni mentir, ni jurar, oprimir y maldecir al prójimo (vv.11–14), ser justo en términos judiciales (v.15) y sociales (vv.16 y ss.), entre otras cosas. Es en este contexto amplio que Dios ordena al pueblo santo, apartado para sí, que no se marcaran la piel: “No se hagan cortes ni marcas en el cuerpo por causa de un muerto. Yo soy el Señor”. (v.28). Tatuarse era una práctica asociada con el paganismo y la idolatría, y la santidad exigida hacía imposible practicarlo sin pecar.

Los que abogan porque nuestros jóvenes cristianos se tatúen alegan que ellos no se tatúan por un muerto, y que por eso no es pecado. Esta forma de razonar olvida el principio que subyace al contexto del capítulo y del versículo de forma específica: eran costumbres del mundo pagano. De acuerdo con John MacArthur: “Los tatuajes estaban también vinculados con nombres de los ídolos, y eran señales permanentes de apostasía” (Biblia de Estudio MacArthur, comentario a Lv.19:27–28). Hasta que la Iglesia Emergente comenzó su movimiento herético los únicos que acostumbraban tatuarse eran los no cristianos, especialmente los rockeros (abiertamente satánicos o no), los miembros de ciertas mafias y pandillas, los raperos y los reos, y algunas tribus.



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2. Tatuarse es pecado porque no glorifica a Dios.
La Biblia no nos exige que nos tatúemos pero sí nos dice, como vimos, que no debemos marcarnos como hacen los que no conocen a Dios. Los pro-tatuajes cristianos afirman que cortarse el pelo, pintárselo y acicalarse en general no glorifica ni santifica el nombre de Dios. Dicen que estas cosas caen dentro de un terreno de neutralidad moral y espiritual. Pero la Escritura indica: “Y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no como para la gente” (Col.3.23 RVC) y “Así que, si ustedes comen o beben, o hacen alguna otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Co. 10.31 RVC). No veo la forma en que podamos afirmar que hay algún área “gris” en la que los cristianos podamos elegir entre tatuarnos o no sin que importe la gloria de Dios. Lo mismo con el peinado y el vestido (1 P. 3.3–5), con lo que hablamos (Ef. 4.29), vemos (Cfr. Mt. 5.29) y pensamos (Ef. 4.8–9).

Tatuarse no glorifica a Dios. No nos asegura más en Cristo, ni nos hace crecer más a la estatura de la plenitud de Cristo (Ef.4.13). Quizá te haga más aceptable y atractivo en los estándares del mundo, te dé alguna sensación de rudeza o pienses que te distingue de otros cristianos, pero todo esto que puede ser relevante para tu entorno mundanal no lo es para la gloria del mensaje de la cruz.



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3. Tatuarse es pecado porque es una profanación innecesaria de nuestro cuerpo.
El apóstol Pablo dedica todo un apartado en el capítulo 6 de 1 Corintios (vv.12–20) para hablar de que debemos glorificar a Dios con nuestro cuerpo. Inicia declarando: “Todo me está permitido, pero no todo me conviene” (v.12). Trata entonces de la alimentación y de la inmoralidad sexual (vv.13 y ss). Según la Biblia los cristianos somos templos del Espíritu Santo y nuestros cuerpos no nos pertenecen: “¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que recibieron de parte de Dios, y que ustedes no son dueños de sí mismos?” (v.19). Tatuarse es por tanto una profanación innecesaria del templo del Espíritu porque contradice la Revelación por ninguna otra motivación que no sea la vanidad y la imitación. Si el apóstol Pedro llamó a las hermanas a vestir con decoro para la gloria de Dios ¡Cuánto más estamos llamados a cuidar de nuestro cuerpo por la misma razón!

Los tatuajes pueden transmitir el VIH/SIDA, Hepatitis A y B y muchas otras infecciones de la piel. Es por esta razón que los hospitales se reservan la posibilidad de donación de sangre de una persona que está tatuada ya que su sangre puede estar contaminada. Los pro-tatuajes pueden contestar que el tatuaje debe hacerse con material esterilizado pero ¿por qué arriesgarnos? ¿Para que incluirnos voluntariamente en las estadísticas de personas con factores de riesgo, además de lo ya dicho acerca de la gloria de Dios? Tatuarse es correr un riesgo innecesario.

Además, el estar tatuado es un verdadero impedimento para conseguir ciertos empleos. Algunos se burlan de esto diciendo que los empleadores que se fijan en los tatuajes ya no existen. Pero eso es un error y una mentira muy peligrosa. El área de recursos humanos de una empresa suele considerar la presencia de tatuajes como falta de orden y estabilidad en la personalidad. Un empleador elegirá a una persona sin tatuajes visibles sobre todo cuando se trata de funciones de atención al público. Los tatuajes dan una mala imagen a los comercios en general. Si tienes tatuajes en lugares no visibles la empresa te puede solicitar una carta médica en la que se asegure que no estás tatuado. A largo plazo, una empresa puede enviar a su personal a foros, conferencias o juntas de trabajo en las que la imagen será muy importante, y un tatuaje puede obstaculizar ese requisito. No solo en las empresas sino también en los cuerpos de seguridad del Estado generalmente se descalifica de inmediato a una persona que está tatuada. Algunos análisis psicológicos arrojan conclusiones de que una persona tatuada no es apta para desarrollar un trabajo de alto riesgo como el combate a la delincuencia, en el que se debe poseer una confianza especial con el personal.



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4. Tatuarse es pecado porque nos hace parecidos al mundo cuando estamos llamados a no serlo.
Jesús enseño a sus discípulos: “Si el mundo los aborrece, sepan que a mí me ha aborrecido antes que a ustedes. Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero el mundo los aborrece porque ustedes no son del mundo, aun cuando yo los elegí del mundo” (Jn.15:18–19 RVC). El Señor está explicándoles que el mundo notará que no son suyos sino de él, el Buen Pastor. Los pro-tatuajes alegan que lo que importa es lo interior y espiritualizan el texto. Habría que repetir lo que ya hemos dichos sobre la comida, la bebida, el peinado y el vestido. Estamos llamados a mostrar también con nuestro cuerpo que no somos del mundo si realmente somos cristianos.

La Iglesia Emergente y sus maestros (hombres y mujeres) están anulando casi cada cosa que el mundo aborrecía de la Iglesia. Esta predicaba contra el pecado, exponía el peligro de los antros y la fornicación, de los vicios en la bebida y el cigarro, de las porquerías que proyectan muchos cines y la televisión, de la sensualidad de mucha de la música secular y cosas semejantes. Antes, quien llegaba tatuado a la Iglesia y se convertía jamás se volvía a hacer uno porque entendía que esas eran cosas de su vida vieja. Aprendían lo que Pablo indicó: “Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto” (Ro.12.2 RVC). Hoy, resulta que los propios consejeros de jóvenes están animándolos a tatuarse por primera vez e integrarse así a la sub-cultura del mundo, haciéndose como el y celebrando con empatía sus prácticas pecaminosas, llevando sobre la piel que una vez fue virgen las marcas de una influencia corrupta.

Una última observación que quiero hacer es respecto de la paternidad. Cuando eres jóven sueles pensar que las cosas son menos complicadas de lo que parecen. Pero una vez que creces te das cuenta de que el trabajo y la familia son dos lugares fundamentales que Dios ha ordenado para que demos testimonio de su amor, su perdón, su justicia y su santidad. Un joven puede tatuarse hoy, cuando no tiene muchas responsabilidades y le parece fácil y atractivo adaptarse a los tiempos y al cambio de su imagen. Pero un día podrá tener hijos, y esos hijos verán a su padre y a su madre como el ejemplo a seguir. Si tuviste la bendición de que aún con tatuajes pudiste conseguir un buen empleo y no enfermar por marcarte la piel no pienses que tus hijos tendrán el mismo destino. Ellos pueden hacer lo mismo que tú y contraer alguna enfermedad o quedarse sin empleo. Y sobre todo tendrás que replantear el significado de la santidad a la que fueron llamados por Dios.







Yo te llamo, joven cristiano, a que mantengas tu integridad física sin tatuajes. A que busques al Señor y abandones el consejo de aquellos que quieren que te parezcas al mundo. Quizá te dan la razón en algo que quieres hacer pero eso no significa que sea correcto. Si quieres honrar a Dios, en lugar de tatuarte estudia las Escrituras, evangeliza, confronta tu propio pecado y luego el de los demás, ora con fervor y ayuda a tus pastores en la obra del ministerio. Sométete a la autoridad de la Iglesia y sigue su consejo sano.

Yo tengo un tatuaje que me hice antes de ser cristiano. Lo lamento. Debo explicarle ahora a mis hijos que hice mal pero que Dios me perdonó y me limpió. Afortunadamente no es visible, pero está allí y lo veo todos los días. No cometas el mismo pecado. Dios te hizo sin marcas en la piel. Honra ese precioso regalo.






Por Juan Paulo Martínez
Fuente: Medium

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